Ahora Yoga
Ya conocemos lo bueno del yoga, sabemos por qué estamos aquí, vislumbramos o intuimos hacia dónde nos lleva la práctica… así que quisiera hablar de la discapacidad.
Cuando pensamos en discapacidad, imaginamos algo realmente grave, que no debiera pasarnos a nosotros o a alguien de los que tenemos cerca. Es un estado de desgracia.
Hay personas que van en silla de ruedas, que viven con una columna atrofiada o desviada o que han visto mermadas sus capacidades cognitivas debido a un accidente u otros factores, sus posibilidades de movimiento y expresión se han visto limitadas.
Venirse a menos o perder alguna de tus capacidades, es sin lugar a dudas algo indeseable, sin embargo no todas las discapacidades sobrevienen con el tiempo ni se viven con dolor y mucho menos con pena. Hay personas que nacen con una forma corporal extraordinaria, con alguna capacidad mental insólita o que se comunican de manera inusual, es una realidad, como la vida misma, que a cada cual lo rodea de unas circunstancias, de un karma, de un camino.
La discapacidad no es un estado de desgracia inherente a la persona, es una condición como otra cualquiera y cada persona tiene sus propios procesos de aceptación de la misma. No se vivirá de la misma manera una discapacidad sobrevenida o de nacimiento, de carácter degenerativo o traumática. El proceso de aceptación se tornará más o menos difícil dependiendo de las herramientas y medios al alcance, de las buenas relaciones de la persona en cuestión y también de sus cualidades y sus virtudes.
Gran parte de la desgracia, de hecho, no viene de la mano de la discapacidad en sí, sino del aislamiento social que provoca, precariedad laboral, escasos derechos sociales y reproductivos, falta de espacios y actividades adecuados, etc.
El yoga adaptado es un yoga social, revolucionario. Pertenece a la cultura de la solidaridad, de la vida común, podría ir de la mano de los movimientos por los derechos sociales, de las teorías humanistas de justicia social, de la revolución de los cuidados.
Es también un yoga institucional, o debe serlo, debido a que por un lado, las vidas de las personas con discapacidad están institucionalizadas, ya que pasan gran parte del día en centros ocupacionales o viven en residencias, para bien de algunos y la pena de otros y por otro lado, queda un largo camino por recorrer que de manera privada será todavía más largo y costoso, y las instituciones, ahora interesadas un poquito más en la actividad, podrían y deben implicarse para hacerlo posible ya que hacen falta recursos materiales y personales, investigación, tiempo y dinero, y lo de siempre, muchas ganas.
Para que os hagáis una idea, para una clase de cinco personas se necesitan tres profesoras o una profesora y dos personas asistentes, dependiendo del grado de dependencia para el movimiento de los practicantes. Para una postura adecuada de pascimottanasana necesitaremos uno o dos bolsters, una manta y un cinturón como material mínimo. Las movilizaciones con o sin grúa y la asistencia en los apoyos hacen necesario la intervención de más personas, asistentes, cuidadores o profesoras, para realizar la clase.
El yoga adaptado estudia a la persona y sus características, las formas de desperezar los malestares del cuerpo, de aquietar la mente para desvanecer la ignorancia, de soltar para permitir la vida, y de respirar mejor para mantener el ánimo en alza.
Es mágico porque rompe los esquemas de lo que se puede y lo que no se puede.
Es divertido porque cada persona presenta unas características propias y por lo tanto una manera muy personal de meditar en el buen hacer, lo bueno, lo divino… el espacio común a todos los seres.