He de reconocer que adaptar la práctica del yoga de forma simultánea a varias personas con diferentes capacidades físicas y niveles no es tarea fácil, sobre todo porque no hemos recibido formación alguna al respecto. El cuerpo de cada persona es completamente diferente y es preciso investigar y sacar nuestro lado más creativo para poder ofrecer la misma atención a todos mientras que la clase resulta dinámica y fluida, y esto no parece sencillo ¿verdad?
El tener conocimientos sobre la anatomía ayuda, pero aún más investigar y estudiar diversas variantes de las posturas, en diferentes planos de movimiento, y sobre todo el hecho de conocer bien a tus alumnos y saber cuáles son sus posibilidades y aquello que les sienta bien. Todo esto hará que tus clases resulten más cómodas y terapéuticas, además de coherentes, y sin duda te hará sentir mucho más seguro como profesor/a a la hora de impartir tus clases.
Tantas veces he comprobado que sostenemos tensión o dolor por querer asemejarnos a la práctica propuesta, pero si partimos de la base de que es el yoga el que se adapta a la persona, es tu labor como profesor/a explicar que se sientan libres de explorar su cuerpo y observar desde la sutileza permitiéndoles acceder a la experiencia energética interna y a aquello que les hace bien, sin importar que hagan los demás.
Además de esto, utilizar algunos recursos, como aceptar que la práctica del yoga adaptado debe ser colaborativa, desde la comunicación y la libertad, algo a lo que a veces no estamos acostumbrados cuando en clases grupales reina la solemnidad y por otro lado, conocer exactamente los beneficios de la postura y las diferentes acciones físicas que la conforman para de ese modo poder explicar claramente cuáles son los pasos para crearla y con qué intención, para que la persona pueda comprender mejor hacia donde le quieres guiar y elegir sin necesidad de sobrepasar sus limites.
La práctica personal en este aspecto es fundamental para que tus clases tengan sentido y profundidad.