Han sido muchas los momentos compartidos con personas muy diferentes durante estos 10 años, soy consciente de mi fortuna al haberme acercado, gracias al yoga, a la increíble comunidad de la que tanto he aprendido.
Quiero contaros que, el vivir con algun tipo de discapacidad, especialmente si es sobrevenida, en muchos casos, vuelve sinceras a las personas, descubre el fondo del alma escondido deshinchando el ego y las pretensiones de poder y te devuelve a tu centro de equilibrio.
Es un punto de inflexión, una condición tan sincera como para permitir aflorar aquello que se encontraba en la sombra sin haberse podido manifestar.
Una persona con discapacidad intelectual no te valora por tu estatus social, tu trabajo, tus conocimientos o la ropa que vistes, te hace preguntas tan sinceras como ¿Cuántos años tienes? ¿Estás casada? Te reconoce por ti mismo y no por quien aparentas.
La discapacidad es una estado de profundidad revelador, porque vemos a la persona real, sin mascaras ni artificios, resulta muy inspirador y motivador, ya que en su presencia no nos queda más que desnudarnos nosotros también.
Amo mi trabajo porque me recuerdan cada día quien soy y también me revela mis propias verdades, el amor, el servicio, la bondad inocente que se despierta y permite aceptar la vida con sus virtudes e imperfecciones.
Necesitamos más ejemplos inspiradores de personas que viven su discapacidad no como una desgracia sino como un estado de gracia, de aceptación más allá de las complicaciones que conlleva que son muchas.
El problema siempre suelo ser otro, la adaptación en una sociedad discapacitante.